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Durante un mes, la ilicitana Basílica de Santa María se convierte en escenario

Así se transforma una iglesia en teatro

12/08/2018 - 

ELCHE. Como una medusa con la cabeza hacia abajo, las nubes se contornean esculpidas por el aire bajo la cúpula de Santa María. Los ángeles, que tocan varios instrumentos, se zarandean como si fueran autómatas en movimiento. Todos los años la Pujada del Cel, una tela pintada de ciento veinte kilos, marca el pistoletazo de salida al montaje de las bambalinas del Misteri d’Elx. Ocho operarios tiran desde cada una de las ocho puertas del tambor de la cúpula —a veintisiete metros de altura— los tentáculos del enorme lienzo que cubre el domo de Santa María. 

De la Festa d’Elx dicen que «es la única representación en el interior de una iglesia» ya que sobrevivió a las directrices del Concilio de Trento. A instancias del Consell d’Elx y la Reial Audiència de València, el papa Urbano VIII aprobaba en 1632 el privilegio expreso para representarla en el interior de Santa María, una tradición que se repetía anualmente al menos desde cien años atrás. 

Y así, las semanas previas al Día de la Asunción son un trasiego tanto en el crucero de la basílica como en su cúpula, los dos escenarios —uno terrestre y otro aéreo— en los que se desarrolla la obra. Con un procedimiento establecido desde hace 250 años, tras colocar la tela del cielo los trabajadores se afanan en montar la viga maestra que cruza los veinte metros de la cúpula y ayuda a desplegar los tablones y plataformas. Hierros, cables, telas, tornillos, voladizos… 

«La viga maestra fue de madera hasta los años 20. Entonces colocaron una de hierro y ahora Sixto Marco —actual encargado de la tramoya alta— ha ideado un sistema para que el movimiento de la viga sea menos gravoso: es el elemento más complicado de manejar de toda Santa María», señala el arquitecto Antonio Serrano Bru. «Mi padre fue el encargado de la tramoya durante más de treinta años. Desde que falleció en 1968 me encargué yo pero hace unos diez años decidí dejarlo. Las responsabilidades se heredan de padres a hijos pero también entra gente nueva, como los encargados de mover los tornos, que son voluntarios que cambian cada año». 

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«El responsable de la tramoya empieza el trabajo semanas antes de Santa Ana —cuando debe estar el cielo ya colocado—, dura todas las representaciones y llega hasta el desmontaje. El ciclo completo es más de un mes de trabajo con personas entrenadas, por lo que no suele haber ninguna dificultad en el montaje y la representación», señala Serrano. «En un sentido estricto, el cielo es el telón que tapa la cúpula con tal de esconder los artefactos de la tramoya que permite subir y bajar los aparatos celestiales», señala el arquitecto Gaspar Jaén i Urbán. Estos ingenios aéreos son los elementos más icónicos de la representación: la Mangrana, la Recèlica o Araceli y la Coronación, también conocida como Trinidad.

 

Dos semanas después de Santa Ana y unas decenas de ensayos de la Escolania más tarde, llega la calurosa tarde del 14 de agosto. Se representa la Vespra, la primera parte del drama sacro donde se abren por vez primera las puertas del cielo —una apertura cuadrada de la tela— para que baje la Mangrana. Ahora es una esfera rojiza semejante a una granada, pero este aparato aéreo que despliega sus ocho gajos y deja ver su interior de oropel dorado mientras desciende de los cielos, antes era reconocida como La nube, el tradicional medio de transporte de los ángeles. 

El trayecto vertical de la Mangrana y del ángel que viaja en ella con una palma está controlado desde unos tormos colocados en la terraza de la iglesia. Unas gruesas cuerdas, llamadas maromas, sostienen los aparatos mientras descienden cúpula abajo controladas por «los Quiles, los Penalva, los Rodenas, los Durà, los Sempere, los Mateu, los Campello, los Bernad, los Parrenyo, los Casasola, los Cardona, los Xarco, los Muñoz, los Delicado y los Ferrer», enumera Jaén i Urban en su Tramoistes del cel, gent de l’arcada. Aunque parezca una tradición genuinamente ilicitana, «artefactos como la Mangrana protagonizan fiestas en otros municipios valencianos como Silla, Aldaia o Alaquàs bajo el nombre de Carxofa».

Tras la muerte de la Virgen María prometida por el ángel de la Mangrana, hace su aparición el Araceli. Como si se tratara de un retablo medieval, cinco ángeles cantores bajan al cadafal suspendidos en una sencilla estructura de madera. Unos finos arneses evitan el efecto de la gravedad, pero no hay de qué preocuparse: la tradición popular dice que quien participa del drama sacro queda protegido por la Mare de Déu. 

El cadafal es pieza clave en la denominada tramoya horizontal. A pie de tierra se despliega el escenario terrestre en tres partes diferencias: el andador, el catafalco y las tribunas. El andador es una ligera rampa que conduce a todos los actores —casi una sesentena en total— desde la puerta mayor de Santa María hasta el cadafal, el tablado cuadrado donde se representa el drama, ubicado en el crucero del templo —a casi un metro de altura del suelo— y diseñado por el arquitecto cartaginés Marcos Evangelio a finales del siglo XVIII.

Al ubicarse en el centro geométrico de la iglesia, el escenario está rodeado de público por sus cuatro lados. Completan el graderío la tribuna del clero y la tribuna del Consell —hoy del ayuntamiento de la ciudad— singlando el camino del andador. En el centro del cadafal se encuentra uno de los misterios de la Festa: un juego de rampas bajo el tablado permite que a la muerte de la Virgen, el niño que interpreta a la Mare de Déu se intercambie por la escultura de la patrona como si fuera un juego de magia. «El mecanismo de la cama de la Virgen fue diseñado por mi padre en 1940 y a día de hoy sigue en perfecto estado», señala Serrano Bru, que tiene un extenso currículum en la Festa: además de encargado de la tramoya alta durante décadas, fue presidente del Patronat del Misteri d’Elx y aún hoy es el arquitecto conservador de la Fábrica de Santa María.

Una vez representada la Vespra, es a la caída del sol cuando la Festa d’Elx desborda la Basílica y convierte toda la ciudad en escenario, es la Nit de la Roà. El día 15, se celebra la Procesión del Entierro. En ese momento, la ciudad se viste de Jerusalén y la Basílica de Santa María deja de representar la casa de María —durante la Vespra— para convertirse en el Valle de Josafat, donde se dice fue enterrada la Mare de Déu. 

Y entonces llega la apoteosis con la Coronación. El Araceli vuelve a bajar para la segunda parte con la figura de la Virgen y, cuando parece que los vetustos engranajes no pueden soportar más peso, se le suma la Trinidad —el tercer aparato aéreo— desde las tramoyas superiores. El Pare corona a la Mare de Déu bajo una lluvia de oropel dorado y las manos tendidas de los apóstoles. El canto del Gloria Patri, el repique de las campanas, las salves de la pirotecnia y los visca del público culminan esta Festa que lejos de transcurrir en una barroca caja negra, trasciende los muros de Santa María a toda la ciudad.  


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