Compañeros en la noche

10/10/2018 - 

ALICANTE. Hace poco le contaba a mi madre, una persona que se casó joven y que está cerca de los 60, que una determinada noche, hace ya algunos años, acabé con ciertas personas un sábado noche de fiesta en Vallecas. La vida te lleva por caminos en los que tienes que determinar qué es lo correcto, de qué manera sobrevivir, como los andas y en qué compañía. La Sala Hebe estaba cerrada, fuimos a otro antro, y al final lo pasamos bien, pero yo, ese chaval que ya por aquel entonces era un estirado y un miedoso, tenía nervios y reticencias.

Para Quique Hernández la fiesta no ha acabado tan bien. Aquella noche de sábado en Vallecas yo tenía mejor compañía que el valenciano hasta hace poco, y aunque el entorno pudiera parecer más positivo que un puñado de calles oscuras, en absoluto lo era. El Rico Pérez es el lugar con más minas antipersona tras Camboya y España, y en cualquier momento puede surgir un fuego, un problema de donde no había nada, o el enésimo lío de difícil solución. Lo peor de todo es que se suponía que estábamos en una temporada "de las buenas", y ya ven cómo va la historia cuando vamos a superar la segunda semana de octubre.

Quique conocía bien a sus compañeros de viaje. A Ortiz sobretodo. Ese hombre, que lo es todo, y al que acompaña un Juan Carlos Ramírez que renunció a ser presidente "por falta de tiempo", pero que desea ejercer de facto un poder superior en el club. Aquello que dicen de "el que paga manda". A la tercera fue la vencida para Hernández, que ya había hecho amago de dimitir tras la campaña de abonos, y que de nuevo amenazó con marcharse cuando el empresario vasco reclamaba estar informado del día a día del club.

Cada día tengo más claro que en ésta vida solo dimitimos por principios o cuestiones románticas los pobres e imbéciles. No sé el dinero que tiene Quique Hernández, ni me interesa. Entre otras cosas por no vivir en mis carnes ciertos incidentes acaecidos por algunos compañeros de manguera meses atrás. Que yo estoy muy zen viendo crecer la hierba. Lo que si sé, es que tanto en el Hércules como en Alicante, ciertos cargos de nivel (y el de presidente blanquiazul lo es), implica una serie de ambiciones tanto personales como profesionales. No culpo a nadie por tenerlas, solo es una reflexión. Una idea que me sirve para justificar que nadie da duros a pesetas. Y con todo el derecho del mundo oiga, que nadie vive del aire ni de herculanismo.

Conociendo el entorno y a las personas, entiendo desde la distancia lo ocurrido ésta mañana en el Pitiu Rochel. Imagino que tras la comparecencia, el valenciano habrá arrojado off the record algo de luz a las sombras que se proyectan sobre la gestión del club. De ahí el emplazamiento, fuera del Rico Pérez. Tampoco sé lo que habrá pasado durante la reunión que parece ha existido entre Ortiz y Hernández ya entrada la tarde. No sé si habrá habido reproches por tensar demasiado la cuerda, o por no demostrar el cariño cuando más lo necesitaban los actores de la película.

Lo que si sé con seguridad, es que aquí no pasa nada por casualidad. Las cuotas de poder son interesantes, y cada uno quiere asegurarse su parte del pastel. Mientras tanto, los proyectos se queman a la velocidad que prendía un papel de fumar en la puerta de la cerrada Sala Hebe, las prisas queman en los zapatos como las de un jovenzuelo con barba que recorría las calles de Vallecas sin saber bien porqué, o a donde se dirigía, y en esta ciudad nos seguimos quedando clavados en una actitud que nos acerca más al tremendismo noventero de los años expansionistas del ladrillo.

Precisamente es en éste punto donde caigo en la cuenta de una cosa. Me es más fácil explicarle a mi madre ciertas noches de mi vida, que lo que ocurre con el Hércules. Mientras tanto, haciendo cuentas, recuento desde que llegué al mundo a dos Reyes de España, a tres Papas, a siete Alcaldes de Alicante y a cinco Presidentes del Gobierno. Voy por el decimotercer Presidente del Hércules, llevamos tres en un año, que es el mismo número de entrenadores que pasó por la entidad la pasada temporada. El frío dato que nos muestra la efímera existencia de los altos cargos alicantinos. Yo encantado con ser un pobre imbécil.

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