VALS PARA HORMIGaS / OPINIÓN

Comprensión lectora

7/12/2016 - 

En un condado del estado de Virginia, en Estados Unidos, la madre de un niño mestizo ha pedido que se retiren de las bibliotecas escolares los libros Matar a un ruiseñor y Las aventuras de Huckleberry Finn por su uso de palabras racistas. Racistas, Matar a un ruiseñor y Las aventuras de Huckleberry Finn. Dos de los mayores alegatos contra el odio étnico, nacidos además en las entrañas del xenófobo y profundo Sur de Estados Unidos. El problema de ambos libros es que reflejan la sociedad tal como era, para que quede retratada en su aspecto más sombrío. Y el problema de la madre acusadora es que ha leído lo que ha querido leer, no lo que significa. Lo explica a la perfección Harper Lee en Matar a un ruiseñor: “La gente suele ver lo que quiere ver y escucha lo que quiere escuchar”. Hay un tremendo y generalizado déficit de comprensión lectora, agravado además por un afán de censura de gatillo fácil.

No se trata de un mal endémico norteamericano. Ayer celebramos en España el Día de la Constitución, otro texto afectado por los ácaros de la comprensión lectora. Y volvimos a demostrar que cada cual interpreta su contenido a su conveniencia. Un profesor de Historia nos contó en el instituto que la española era la mejor constitución posible, simplemente porque en aquel momento era la última que se había redactado. Y no tenía razón. La Carta Magna es demasiado prolija, demasiado pedagógica y demasiado detallada. Con tanto artículo, da demasiado pie a unas lecturas que se simplificarían con menos disposiciones. Cuanto más directa es la ley, más fácil es de cumplir y más obstáculos coloca en el camino de quien la quiere llevar a su propio terreno. Además, contribuye al crecimiento moral del pueblo al que está destinada, ya que lo que no queda estipulado por norma es obligatorio que surja de la sensatez y la ética de las personas rodeadas de prójimos.

Un estilo directo serviría para cualquier época. Pero los padres de la Constitución eligieron el vericueto y muchas de las hechuras de aquel reglamento ya no caben en la actual sociedad española, que ha cambiado considerablemente desde 1978. Sin duda, la célula madre de nuestro organismo jurídico goza de un sistema autoinmune envidiable, el que le proporciona el consenso con el que fue redactada. Y bajo ese mismo consenso, se le debería aplicar una dieta de adelgazamiento que reflejara no la situación actual, sino también la de 1978 y todas las que se puedan crear de aquí en adelante. Blindar nuestro ordenamiento jurídico es como comprar un sillón nuevo para el salón, nos ubica en el plano de nuestro hogar y nos resulta mucho más confortable. Si no, acabaremos como la madre de Virginia. Nos quedaremos, a uno y otro lado, con la superficie y no con la sustancia. Leeremos ‘negrata’ donde en realidad pone ‘igualdad’. Y elegiremos la censura rápida en vez de la reflexión y la comprensión lectora.

@Faroimpostor

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