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HISTORIAS DEL MURCIÉLAGO

El primer vaciado

18/05/2024 - 

VALÈNCIA. Dada la actualidad marcada por la protesta convocada para el domingo por LibertadVCF, hoy giramos la vista atrás para comprobar que el primer vaciado de protesta en el estadio valencianista se produjo muchos años atrás.

Concretamente hay que marcharse hasta la temporada 1992/93 y a su última jornada de liga en la que el Valencia CF recibió en Mestalla al Oviedo con la grada casi vacía. Pero antes -como hacemos siempre- vamos a dotar a esta historia de su contexto.

El mandato de Arturo Tuzón en la presidencia se encontraba ya muy desgastado. La conversión en SAD y la repartición de importantes paquetes accionariales entre empresarios valencianos a los que incluyó en su Consejo de Administración, convirtió aquel grupo de dirigentes en una constante guerra de guerrillas en la que muchos aspiraban al poder. Lejos de asegurarle la continuidad en la poltrona, las intrigas palaciegas convirtieron el órgano rector del club en una pelea constante por derrocar a un Tuzón cuya figura se había erosionado ya mucho a nivel de calle.

Las cosas a nivel deportivo no iban mal, ni mucho menos. El club volvía a ser un asiduo de las competiciones europeas, pero había dos heridas abiertas que no dejaban de sangrar. La primera de ellas era el distanciamiento entre el entrenador holandés Guus Hiddink y el consejo de administración por causa de los fichajes. Ni la inversión fue la esperada, ni los jugadores fueron el perfil que pedía el entrenador.

La segunda herida fue un cúmulo de circunstancias que tuvieron que ver con un delantero uruguayo llamado Daniel Fonseca. El atacante charrúa estuvo a prueba en el Valencia en el verano de 1989 y todo parecía indicar que se cerraría su contratación con su entonces club propietario (el Club Nacional de Uruguay). Pero por un quítame allá esas comisiones, Tuzón y su consejo acabaron por romper la operación y Fonseca se fue al Caglliari italiano. De allí pasaría dos años más tarde al Nápoles.

Y precisamente el Nápoles fue el primer rival de ese año del Valencia CF en Copa de la UEFA. El resultado fue sonrojante, ya que los valencianistas perdieron en la ida por 1-5. Los 5 goles del Napoles, los hizo... Daniel Fonseca. Para más inri, en el intrascendente partido de vuelta los italianos volvieron a ganar por 1-0 y el autor del gol volvió a ser Fonseca. El uruguayo que dejó escapar el club de Mestalla les hizo 6 goles en dos partidos. Ese reproche (con el consiguiente desgaste) ya no se lo sacaron Tuzón y los suyos de encima en toda la temporada.

En liga la temporada fue algo irregular, pero el poderío en el entonces Luís Casanova, y algunos puntos arañados fuera de casa, hizo que el equipo acabara cuarto en la clasificación y volviera a ganarse su derecho a jugar la Copa de la UEFA (entonces sólo el campeón iba a la Copa de Europa, mientras que segundo, tercero y cuarto, clasificaban para la Copa de la UEFA).

Y aún con el equipo clasificado nuevamente para Europa, la exigencia de la afición valencianista de aquel entonces no toleró la afrenta de la Copa. Ese fue el desencadenante de la ira de los aficionados al final de aquella temporada.

El Valencia CF había ido avanzando en la competición aquel año partiendo desde los octavos de final en los que eliminó a doble encuentro al Sevilla (0-0 en el Pizjuán y 2-0 en Valencia). En cuartos, un Villarreal entonces en segunda división, no fue rival para los de Hiddink que ganaron 1-2 en El Madrigal y 6-0 en la vuelta con exhibición de un (entonces) jovencísimo delantero del filial llamado Juan Sánchez. 

El sorteo en semifinales fue benévolo con los valencianistas. Los dos "cocos" Madrid y Barcelona quedaron emparejados en una semi, y la otra emparejó a los de Hiddink con el Real Zaragoza; primero en el Luís Casanova, y la vuelta en La Romareda.

El valencianismo soñaba ya con una final de Copa que no pisaba desde 1979. Pero ocurre que las expectativas suelen alimentar en exceso las ganas, y si no se cumple el objetivo deseado el enfado alcanza cotas peligrosas.

El Valencia CF quedó eliminado por un Zaragoza que en liga había quedado 9º y a 13 puntos de los de Mestalla. Empate a 1 en la ida con goles de Arroyo y del "Paquete"Higuera, y derrota 3-2 en La Romareda. Pese a adelantarse en el marcador con gol de Fernando a los 20 minutos, los de Víctor Fernádez le dieron la vuelta al resultado con dos goles de José Aurelio Gay y otro de Higuera. Juan Sánchez hizo el 3-2 casi sobre la bocina que no tendría incidencia.

Al domingo siguiente el Valencia CF afrontaba el último partido de la liga; en casa y ante el Real Oviedo. Ninguno de los dos equipos se jugaba ya nada con un Valencia clasificado para la Copa de la UEFA y un Oviedo que ya había salvado la categoría.

Pero la semana vino "caliente". Las críticas al equipo por su supuesta falta de implicación en Zaragoza soliviantaron al personal, más molesto con la manera de perder (la imagen dada) que con el ya irritante hecho en sí de haber quedado eliminado de la final por un equipo sobre el papel inferior.

Y entonces ocurrió. El público se hartó y decidió no ir a Mestalla, y los pocos que fueron no dejaron títere con cabeza. De manera espontánea el valencianismo demostró su descontento y no hizo distingos de ningún tipo. Ni en el palco, ni en el verde.

Para comenzar, la gente se congregó dos horas antes del encuentro en las inmediaciones del Luís Casanova. Lo hicieron para abuchear sin miramientos a todos los jugadores uno a uno, y a todos los miembros del Consejo de Administración del club.

Dentro de Mestalla, todas las crónicas hablan de un máximo de 15.000 espectadores. Muchos de ellos acudieron con silbatos para tributar una sonora pitada a los futbolistas a la salida al terreno de juego y a la retirada del mismo. Incluso los goles (3-0 ganó el Valencia CF aquella tarde) fueron más silbados que celebrados. Eso, por no hablar de las pancartas durísimas contra futbolistas y Consejo: "Menos millones y más dignidad", "Qué vergüenza. Consejeros, traednos un equipo", "La afición merece más respeto", "No queremos parásitos viviendo de nuestro dinero".

Pese a que algunos ahora se rasguen las vestiduras e intenten impedir que se proteste, y que se asuma la mediocridad con toda naturalidad, Mestalla ya demostró hace años que puede protestar vaciando el estadio. Aunque los listones de la exigencia estén (entre aquella protesta y las actuales) a años luz de distancia.

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