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un sello para unirlos a todos

Epicentro: la cuna del fanzine valenciano de finales de los 90

31/03/2024 - 

VALÈNCIA. Ideas buenas hay cientos y miles todos los días. Muchas de ellas se quedan en el plano mental, pero hay otras tantas que con esfuerzo y dedicación consiguen bajar a tierra y conformar una realidad. Este suele ser el caso de los colectivos, grupos de personas unidos por una motivación común y una idea de llevarlo todo adelante. En pleno auge del fanzine en València surge Epicentro, un colectivo y sello editorial fundado a finales de los 90 que aglutina la actividad de varios grupos de fanzine de la ciudad con el motivo de editarlos, imprimirlos y distribuirlos a nivel nacional. Nacido en la librería Futurama de València, como no puede ser de otra manera, se reunieron varios cabezas de grupo entre ellos tres creadores a los que “no se les pasó la fiebre” de la edición y que ahora cuentan con su propia editorial: Joseba Basalo dirigía -y dirige- Aleta Ediciones; Guillermo Morales dirigiría el fanzine FLAsCinDER que ahora le ha llevado a Grafito Editorial y finalmente Pedro Medina consiguió hacer evolucionar Studio Kat hasta convertirse en Fandogamia Editorial.

Con motivo de celebrar “la fiebre del fanzine” estos tres editores hacen ejercicio de memoria para recordar los inicios de Epicentro: un grupo de amigos, colectivo y editorial que ahora les ha permitido vivir de su pasión juvenil. Morales recuerda que los comienzos eran solo para “juntarse a hacer algo” y que no fue hasta que llegó Basalo que surgió la idea de montar una especie de “cooperativa o sello” en la que trabajar con distribuidoras, imprimir y maquetar de forma profesional para introducirse en el mundillo: “Estábamos aprendiendo a las bravas pero sabíamos que entre todos podíamos hacerlo mejor”, recuerda Morales, quien haciendo memoria resalta que la idea de crear una cooperativa era muy complicada porque “cada uno iba a lo suyo”. Lo que les dió empujón fue la propia fiebre valenciana del fanzine que de alguna manera les hizo ponerse las pilas: “El panorama empezó a llenarse de fanzines, buenos, malos, hechos en imprenta y algunos muy bien editados. En ese momento empezamos a trabajar con guiones más cuidados, con una edición más profesional y dejamos de ir tan a lo loco”, añade.

Así pues se da el salto del fanzine en fotocopia al de imprenta -ojo, sin ser esto una señal de mejor o peor calidad- y Epicentro comienza a focalizarse en un buen trabajo y una edición cuidada. Basalo recuerda que en sus inicios, allá por el 1996, les resultaba imposible asumir una edición que no fuera a base de fotocopias “por el dinero y la organización”, pero que gracias a la unión decidieron dar el salto a la imprenta: “Decidimos crear un sello para los fanzineros, para poder tener poco a poco más visibilidad y seguir un orden claro. Hicimos algún salón del cómic juntos y llegamos a trabajar con editoriales externas”, recuerda. Epicentro lo conformaron más de una decena de editores, por lo que una de las primeras ideas de Basalo fue que cada uno “trabajara a sus tiempos pero bajo el sello común, reuniéndose y ayudándose entre todos aunque fuera cada uno por su cuenta”.

De esta manera el sello de Epicentro es el que marca que los cómics pertenecen a la misma editora: “La idea era juntarnos, ayudarnos y que al imprimir también nos saliera más barato. Creo que personalmente se me fue un poco de las manos la idea del fanzine como “conquista mundial” pero fueron Guillermo y Pedro quienes consiguieron asentarlo ya que eran ellos quienes tenían más ganas de organizar”, explica uno de los editores que más tarde abandonaría el gran proyecto.

“En realidad con lo que hicimos ya fuimos pioneros, éramos jóvenes pero sabíamos que queríamos juntarnos y hacer un frente común. Es verdad que en ese momento era todo bastante más personal y ahora se ha tornado un poco más a lo digital, pero lo bonito es que muchos de los que andábamos por ahí seguimos en ello”. Esa continuidad individual se debe, de forma irónica, al sentimiento de grupo. Basalo admite también que Epicentro le dio una sensación de comunidad única que le llevó a saber que quería dedicarse en un futuro a esto: “Cuando empecé con los fanzines me sentía muy solo pero me enriqueció mucho ver a tantos otros locos que querían tirar por el mismo lado”, añade con un tono nostálgico.

Medina, quien formará parte de Studio Kat en su momento, tardó varios años en formar parte de Epicentro. Cerca del 2003 o 2004 se unió al proyecto con tan solo 17 años, y recuerda que en ese momento se dedicaba al fanzine como “mochilero del cómic”: “Cuando íbamos a las ferias vendíamos nuestros cómics en los pasillos, quedábamos con los compradores por foros de internet nos citábamos en el salón del cómic”. Fue en uno de los salones donde se encontró con un grupo de fanzineros “vestidos con camisas hawaianas y vendiendo su propia producción de guerrilla” y que habían conseguido unirse para contar con su propio stand en el salón del cómic, el de Epicentro: “Tenían estilos distintos, cómics de humor, aventuras y de ciencia ficción y aún así cada grupo mantenía su idiosincrasia dentro del espacio de Epicentro”, explica.

Él, bajo el sello StudioKat, se mostró interesado por formar parte de esto con su estilo manga, tal vez lo que en ese momento le “faltaba” a Epicentro para hacerse con toda la baraja: “Las creaciones de Studio Kat bebían del cómic japonés, yo mismo estaba inspirado por Dragon Ball y bebía de eso”, explica el por aquel entonces jovencísimo editor. Desde el presente recuerda que estuvo formando parte de Epicentro durante diez años, dándole ese toque “manga” que le faltaba y formando parte de este gran grupo en el que tuvieron sus primeras oportunidades más profesionales: “Íbamos todos a lo mismo pero sin normas ni estatutos, las normas que imperaban en Epicentro eran las de mutuo acuerdo y nos interesaba crecer a todos al unísono” y explica: “Si alguno tenía la idea de crecer por su cuenta que se pillara un stand propio, la idea de Epicentro siempre fue crecer juntos”, añade.

Tanto Medina como Basalo y Morales recuerdan que esta situación de unión, y las relaciones personales que surgieron dentro del colectivo, permitieron que ahora tengan el que es su trabajo soñado en el mundo editorial. Para ello tuvieron algunos “entrenamientos” en aquellos tiempos, como por ejemplo el saber vender cualquier cómic que tocara un visitante del stand, aunque no fuera el propio: “Había una regla no escrita en la que cualquiera que estuviera en el stand tenía que intentar vender el primer cómic que tocara alguien del público. La idea es que se intentara vender fuera o no fuera tuyo, era un buen ejercicio para crecer de forma paralela”, añade Medina.

También recuerda que Epicentro, la comunidad y los gastos compartidos, les abrió la puerta a algo que de otra forma hubiera sido imposible: “Compartimos gastos y pudimos contar con un stand para todos que nos permitió una mayor visibilidad y venta. Solo éramos chavales que conseguimos crear nuestros fanzines y mantener nuestro estilo alternativo. Epicentro consiguió ser germen de la experiencia editorial y ha conseguido que muchos de nosotros termináramos dedicándose a este mundillo”, y celebra esa temprana inclusión en el mundo del fanzine: “Al final montamos nuestras propias editoriales porque ya teníamos la experiencia de haber hecho durante muchos años tiradas altas, aprendimos sobre los eventos en pleno campo de batalla y vimos el negocio desde dentro. Epicentro fue para nosotros lo que sería un trabajo de aprendiz, ahora somos autodidactas aunque cada uno venimos de nuestra madre y de nuestro padre”, editorial, claro… pero que gran familia. 

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