vals para hormigas / OPINIÓN

Estela de dinosaurio

6/06/2018 - 

En lo que va de la semana pasada a esta, el dinosaurio se ha despertado, ha desayunado brotes de soja y ha emprendido el camino de regreso a las zonas más frías del planeta. Monterroso, claro, de quién si no íbamos a hablar. Los juegos de patio de colegio que configuraban hace siete días los horarios escolares de los políticos en esta columna se han convertido en un catálogo del sindiós. De la plastilina parvularia hemos pasado a la graduación del repetidor, que ha conseguido el puesto más por su experiencia en recibir puñaladas, que por las horas de estudio dedicadas a subir nota. En apenas unos días, a este país no lo conoce ni la madre que lo parió, que dijo aquel. Pedro Sánchez es el nuevo timonel, Rajoy ha abandonado al fin su barco, en el que solo quedaban ratas, y el resto navega sin control para estamparse en el lomo de Moby Dick, esa obsesión cetácea y electoral.

No lo parecía, pero el líder socialista ha acabado por convertirse en el antídoto que necesitaba Rajoy para liberarse del veneno del poder. Visto desde la distancia del tiempo y el espacio, parece como si el dirigente popular hubiera estado siguiendo los pasos de Sánchez en su lucha contra su propio partido para cederle el paso y retirarse a descansar de su nada de siglos y su autocrítica por estrenar. Lo que hacía el personaje de Samuel L. Jackson con el de Bruce Willis en la película El protegido: "Ahora que ya sabemos quién eres, ya sé quién soy yo. No soy un despojo. Todo cobra sentido". Lo que sucede es que los demás todavía no tenemos claro si el nuevo presidente del país es el reverso exacto de la imagen en plasma de su predecesor.  Aunque, en el momento en que compongo este vals, los socialistas están diluyendo en el agua terrosa de los medios las píldoras de su nuevo Gobierno. Una a una. Y, desde luego, frente al parapeto pretoriano que prefería Rajoy para no recibir ni un rasguño, Sánchez ha optado por un armamento teledirigido y punzante que parece haber atinado en el blanco de Cataluña, de Europa, de la capa de ozono. Y hasta de Alzira, por aquello del nombramiento de Carmen Montón. De la sombra inspirada en los Borgia hemos pasado al fogonazo a pecho descubierto. Y eso es un cambio, sin duda.

La sorprendente caída de Rajoy y la no menos inesperada ascensión a los cielos de Sánchez, además, han dejado baldados a los secundarios que esperaban ir haciéndose poco a poco con el protagonismo de esta sitcom sin gracia en la que el bipartidismo ha vuelto a sacar músculo. Podemos y Ciudadanos han perdido más de la mitad de las frases de sus diálogos, y no parecen que tengan muy claro qué es lo que ha pasado. Ninguno de los dos puede arrogarse el mérito de haber activado la quimioterapia contra la corrupción. Rivera aún se está preguntando cómo es que ni la bandera de España ni la voz de Marta Sánchez amansan a las fieras. Ya ha pedido hora en la óptica más cercana para ver si le corrigen sus problemas de visión. Y en la amplia extensión de la izquierda, han vuelto a escenificar una unidad que no existe desde antes del Gobierno de Azaña y para la que no han sabido ni consensuar un nombre común que quepa en las papeletas electorales. Unidas Podemos Izquierda Unida Equo bien podía haberse llamado Juntas pero no Revueltos y habrían conseguido transmitir la misma emoción.

Entramos en el algodonoso territorio de los cien días de tregua. Veremos si al final, el dinosaurio sigue junto a nuestra almohada.

@Faroimpostor

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