el sur del sur / OPINIÓN

Si un dia vols... Manolo Palomar

16/07/2017 - 

Esta semana, la política se ha asomado a la realidad: a la realidad cotidiana (porque entiendo que la institucional ya la conocen), y también a la que nos hace ver el Partido Popular. El Consell del Botànic ha bajado a la frontera, esa en la que vivimos todos aquellos que deambulamos por debajo de la línea imaginaria que forman el eje Biar-Busot, el llamado hecho diferencial, cuando no gobiernan los populares. Esta semana, Mónica Oltra y Vicent Marzà han visitado territorio comanche para dar explicaciones de su política, coherente con sus postulados, pero desastrosa en la comunicación. 

Ha sido una semana productiva, transparente, de normalidad democrática -la anterior también lo fue con las votaciones del PP- y, casi al final, con la aparición de un Cupido político, amén de lo que digan hoy las urnas socialistas. La semana ha sido productiva porque la Conselleria de Transparencia de Manuel Alcaraz así lo ha querido con sus Diàlegs d'Estiu, un buen instrumento para que el pueblo llano pueda interpelar a los políticos de turno. Lástima que la sociedad en general no se involucre más, pero ello no quita ni un ápice de idoneidad a la fórmula, aunque de ella sólo saquen provecho minorías activas, colectivos afectados por tal o cual medida o oportunistas amnésicos de otras etapas.

Mónica Oltra tuvo que lidiar más con el moderador del acto, el alcalde de Orihuela, Emilio Bascuñana, que con el aguerrido público, que no fue tal. Y lo mismo le sucedió a Vicent Marzà en Elda, que tuvo a los críticos en la calle, y no en la sala. Y en ambos casos, tanto Oltra como Marzà han comprobado que el ruido es más mediático que real, o más político que palpable. Bien es verdad que hoy en día la gente ya usa las redes sociales para todo; Facebook o Twitter también han sustituido al 15M antiBotànic, a excepción de las dos manifestaciones contra el decreto del plurilingüismo, celebradas en Alicante y València, quizás el único termómetro de contestación que hemos podido testar visualmente. El otro, como siempre, he defendido, serán las urnas, pero para eso aún faltan dos años justos.

Pero a lo que vamos. Por primera vez, Oltra y Marzà han podido explicar cara a cara qué es el plurilingüismo, porque se le quitan aulas a la enseñanza concertada, porque se han bajado las tasas universitarias. Marzà fue impecable en las formas, como Mónica, pero tajante en el fondo: "El Consell del Botànic no ha venido a hacer cálculos electorales, sino a cambiar las cosas de raíz". Y el mejor ejemplo- acertado o no, eso lo dejo a criterio del lector- lo dio la vicepresidenta con la concertada y la empresa que quiere construir una carretera, acaba la obra y quiere hacer un tercer carril que nadie le ha encargado: es decir, sobran aulas y en ese caso, se prefiere que los alumnos vayan a la escuela pública, y no a la concertada. Gustará más o menos; difícil o fácil de comprender, pero es un criterio político.

Se podrá estar de acuerdo o no, pero coherentes son. Otra cosa es que les falte mano izquierda para aplicar determinadas medidas, que se busque más o menos consenso y, lo más importante, que se acierte en la comunicación de las medidas que ejecuten. A tenor de las reacciones, creo que Oltra y Marzà volvieron a sus respectivos despachos convencidos de que están en lo cierto y que un relato es el que escriben determinados medios de comunicación, o grupos de oposición, y otro bien distinto es que la polarización de la sociedad respalde sus medidas. 

Es decir, esto es un pulso entre lo viejo y lo nuevo, y de aquí a dos años veremos quién lo gana. Al Botànic se le ve sólido, más allá de las batallitas del PSPV y Compromís en determinadas consellerias, y que los autos suspensivos del TSJ sólo son piedras en el camino que el Supremo se encargará de corregir -la sección cuarta del tribunal autonómico es una de las más enmendadas por el Alto Tribunal, según el Gobierno valenciano- y que en ese caso, se le volverá en contra al PP por la dificultad de gestionar los últimos meses del mandato. La versión contraria, ya la dio José Ciscar, la semana pasada, en la entrevista concedida a Alicante Plaza. En resumen, Oltra no sabe gestionar y la política de decretos la está echando abajo el TSJ.

Bueno. Y entre tanta polarización entre Compromís y PP, emerge la figura del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, secretario general del PSPV, que se juega los cuartos ante Rafa García, con el fantasma del sanchismo y su victoria federal por detrás. A Puig también se le ve sólido, al menos, en su perfil institucional. Otra cosa son los amigos que le rodean, aunque está vez ha sustituido a Boix y Orengo -éste último, aún le acompaña- por Carmen Montón y Jorge Rodríguez. En las filas ximistas se saben ganadores, pero hay temor: no vale con ganar, hay que convencer, salir reforzado de este entuerto. De lo contrario, saben que habrá problemas. 

Pero dentro de la dificultad del proceso, a Puig, el viernes, se le encendió una luz, no inesperada, porque ya se conocen, pero sí un importante halo de fuerza. Fue en la sede universitaria, en la clausura de Diàlegs d'Estiu. Su protagonista, Manuel Palomar, rector de Alicante y, a veces, por ausencia del titular, de Elche. Palomar se deshizo en elogios hacia el president tras la decisión, esta semana pasada, de bajar las tasas universitarias. Y no sólo eso: Palomar presentó a Puig como hombre de Estado, conciliador, presidente de un Gobierno estable, artífice del cambio, salvador de la patria, el político más reputado en las redes sociales,...una cosa sin igual. Cosas que sólo se escuchan en los congresos de los partidos. O es que Palomar anda ya cansado del birrete, o aquello pareció una llamada imprevista de Cupido en público: ¡Ximo, estoy disponible! Y para que lo sea menester, sea la responsabilidad en la sede de Campanar, si Marzà enloquece (algunos dirán, si enloquece más), o en la Plaza del Ayuntamiento de Alicante, pese a que entre los asistentes se encontraba su inquilino, Gabriel Echávarri. Ximo le devolvió los piropos, abrazo público, incluido, mientras por su cabeza tatareaba la cançó d'amor número  de Raimon Si un dia vols. Pueso eso, si un día quiere, Palomar será lo que desee, pero después de lo visto, sólo con éste PSPV, porque la retahíla de alabanzas ya no valen para otro político.

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