El Paseo del Chanco

La olvidada visita de Rubén Darío al doctor Ayela

1/03/2018 - 

ALICANTE. La historia de una ciudad se escribe no sólo con los acontecimientos de los que ha sido partícipe o escenario. A veces las pequeñas anécdotas nos ayudan a situar a personajes ilustres en nuestro territorio cuya estancia pasa la mayoría de las veces desapercibida o su recuerdo se pierde en la noche de los tiempos. Estos episodios nos ayudan a coser la historia de la ciudad con personajes que nunca hubiéramos supuesto que pisaron nuestras calles.

Este pequeño episodio tiene por protagonistas al médico jijonenco Ladislao Ricardo Ayela y al poeta nicaragüense Rubén Darío, cuyos caminos se cruzaron en Alicante en 1914. Según esbozó Antonio Coloma Picó en su obra Jijona. Gentes y paisajes y completó el cronista Bernardo Garrigós en Personatges del carrers de Xixona, Ladislao José Ricardo Ayela Planelles, Don Ricardo, nació en Jijona el 27 de junio de 1879 en el seno de una familia humilde. Cursó sus estudios primarios en la escuela de las monjas de Jijona y el Bachillerato en Alicante. En 1894 marchó a Valencia a estudiar Medicina prosiguiendo la carrera en Madrid.

En 1901, una vez finalizada la carrera, se estableció en Alicante donde montó su consulta. Pese al plantel de buenos médicos existente en la ciudad, el doctor Ayela logró abrirse paso gracias a su tesón y buen hacer, pero también a su ojo clínico. Entre estos doctores se encontraba Francisco Albero, con cuya hija contrajo matrimonio un año después de su llegada a Alicante. Ya casado con Enriqueta marchó de nuevo a Madrid a especializarse en Cirugía. Tras ganar la plaza de la Beneficencia Municipal de Alicante se instaló definitivamente en nuestra ciudad.

Trabajador incansable, atendió a pacientes por toda la provincia, aun a expensas de tener que comer un bocadillo durante los desplazamientos para evitar la espera del enfermo en grave estado de salud. Todos estos desvelos aumentaron aún más si cabe su prestigio. Era tal su entrega que asistía gratuitamente a todos los jijonencos que acuden sin cesar a su finca de veraneo en busca de remedio para sus males.

Ayela, agente terapéutico

Su compañero, el doctor Ángel Pascual Devesa afirmó que “Ayela es por sí mismo un agente terapéutico (…). Cuando se enfrenta con la dolencia, el mal se repliega amedrentado y vencido”. Fue durante años y hasta su jubilación médico cirujano de la Casa de Socorro y de la enfermería de la Plaza de Toros. Tal y como cita Coloma, en todos los años que pasó en el mencionado coso taurino, sólo hubo de certificar la muerte de un torero, Manuel Díaz Herrera -Minuto Chico- fallecido el 4 de septiembre de 1911 a los veinte años de edad.

Fue tal el respeto y admiración que los jijonencos sintieron por su ilustre paisano que no dudaron en homenajearle en varias ocasiones. En julio de 1929, siendo Alcalde Eloy Coloma, la Corporación acordó dar su nombre a la entonces calle del Loreto. El 31 de diciembre de 1930, tres meses y medio antes de la caída de la Monarquía, el Alcalde Luis Rovira inició los trámites para realizar un gran homenaje a Ayela que culminaría el 11 de septiembre de 1932, ya en la etapa republicana, con el descubrimiento de su estatua, realizada por el alicantino Vicente Bañuls Aracil y que desde ese momento preside la Plaça

El día anterior Ricardo Ayela fue nombrado Hijo Predilecto de Jijona. Por desgracia, la placa conmemorativa instalada en su casa natal de la calle Josep Hernández i Mira desapareció en fecha reciente al derribarse el mencionado edificio. Al modificarse en 1998 los nombres de las vías públicas de Jijona, su calle pasó a denominarse Carrer L. J. Ricard Ayela.

El Ayuntamiento de Alicante acordó, el 30 de marzo de 1927, dar el nombre del doctor Ayela a una calle del Pla del Bon Repós. Adelantándose por tanto dos años a la distinción jijonenca. Don Ricardo Ayela falleció en Alicante el 16 de julio de 1963.

Rubén Darío y Alicante

El nombre de Rubén Darío es conocido por todos y plasmar aquí su biografía sería redundar en lo ya escrito por otros autores más versados en asuntos literarios. Pero antes de entrar en la anécdota que cruzó los caminos de ambos biografiados recordaremos brevemente los homenajes que ha rendido Alicante a la figura del poeta nicaragüense por ser estos bastante desconocidos.

El primero se produjo en 1955, cuando la Corporación Municipal le dedicó una pequeña calle en el hoy denominado Barrio de Miguel Hernández. El segundo homenaje tuvo a Alicante como receptor del mismo. Me explicaré. En el año 1974 el Cónsul General de Nicaragua en España Pedro Peñalver cedió a nuestra ciudad un busto de Rubén Darío para que fuera instalado en un parque público. Se trataba de una escultura en bronce realizada por el escultor Santiago de Santiago que fue instalada en lo alto de un pedestal.  

El 24 de julio de ese mismo año el propio Peñalver acompañado del embajador de Nicaragua Justo Sansón y el alcalde Francisco García-Romeu procedieron a descubrir el busto en los jardines de la plaza del Teniente Luciáñez, hoy Paseíto de Ramiro. El progresivo abandono del Paseíto y los ataques vandálicos que sufrió el monumento llevaron a su retirada definitiva en 1985. En 2009 fue incluido en el Plan de Rehabilitación de Esculturas y fue recolocado de nuevo el 11 de noviembre de ese mismo año en la nueva plaza.

El encuentro de Darío y Ayela

En 1914 Rubén Darío dejó París para instalarse en Barcelona, donde publicó Canto a la Argentina y otros poemas. Sus problemas con el alcohol ya le habían causado una cirrosis atrófica que acabaría con su vida dos años más tarde. A instancias de Daniel Alarcón el poeta pidió cita para una consulta al doctor Ayela

Rubén Darío se había instalado en Alicante, concretamente en el número 55 de la calle San Fernando. Se trataba de la residencia de Ricardo Trigueros y su esposa Julia Contreras, hermana de Rafaela, primera mujer de Rubén Darío y madre de su único hijo. Gracias a las gestiones de la familia política de su cuñada lograron la recomendación para acudir a la consulta del Doctor Ayela. Según contó el Cronista de la Provincia Vicente Ramos en ABC nada se sabe de lo que le recetó el médico jijonenco puesto que nada trascendió. Seguramente el ojo clínico de Ricardo Ayela vio que el final de Rubén Darío estaba cerca.

Como es habitual, en esta ciudad nada recuerda el paso de Rubén Darío por Alicante, ni siquiera su monumento. ¿Veremos algún día una placa conmemorativa en la calle de San Fernando donde residió fugazmente?

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