BREVE ENCUENTRO 

La Premier copa los puestos, también en literatura: Julian Barnes y David Lodge

2/06/2019 - 

ALICANTE. La noche pasada, el Wanda Metropolitano vivió el duelo entre los dos finalistas de la Champions League, el Liverpool de Jürgen Klopp y el Tottenham de Mauricio Pochettino, en un año en que la Premier League británica ha copado los cuatro puestos de finalistas de las dos competiciones europeas, la Liga de Campeones y la Europa League. El pasado miércoles, los blues de Sarri, el Chelsea, le endosaron un 4-1 indiscutible a los gunners de Emery, el Arsenal. En el momento de escribir esto, el suceso “Final de Champions” todavía no ha sucedido, pero el resultado es una información que los lectores ya tendrán a su disposición.

La liga inglesa de literatura también también copa los primeros puestos de la narrativa europea. Este año, algunos de los pesos pesados de la cruz de San Jorge han vuelto a las estanterías de novedades, algunos con obra nueva, otros con traducciones de obras inéditas en las lenguas ibéricas, como Hanif Kureishi, Jeanette Winterson o la colección de ensayos literarios de Martin Amis.

Después de que uno de los miembros más discretos de esa generación de chicos prodigiosos de los ochenta que la prestigiosa revista Granta ayudó a encumbrar, Kazuo Ishiguro, recibiera el último premio Nobel, antes de la debacle sueca, dos de los miembros más excelsos de aquel grupo, Julian Barnes y David Lodge, pueden ser considerados los Liverpool y Tottenham de 2019.


El de Leicester se ha sacado de la manga, en plenos tiempos del MeToo, una historia de amor entre un casi adolescente y una mujer de mediana edad en el Village, los suburbios residenciales que acogen a la clase media londinense, los agentes de seguros que cada día se desplazan en tren a la City, practican el drive en el Club de Tenis, y toman ginebra aromática en sus salones de tímidos estampados.

“¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos? Creo que, en definitiva, esa es la única cuestión”. El apostolado de lo políticamente correcto ha respondido de inmediato que amar nunca debe ser sufrir, que si fuera así se estaría hablando de patologías y relaciones tóxicas. El daño que la psicología barata en manos de los tristes moralistas está haciendo a la literatura tal vez sea irreversible. Mientras tanto, habrá que confiar en el estilo y el sentido común de quien es capaz de escribir un párrafo como el siguiente: “Qué largo camino has recorrido. Hace años, cuando empezaste a mentir a tus padres, lo hacías con cierto regodeo, sin pararte a pensar en las consecuencias; casi parecía una forja del carácter. Más adelante empezaste a mentir a diestro y siniestro: para proteger a Susan y para proteger tu amor. Más tarde aún ella empieza a mentirte paar evitar que descubras su secreto; y ahora miente con cierto regodeo, sin pensar en las consecuencias. Después, por último, empiezas a mentirle a ella”.

En La única historia (The Only Story), publicada por Anagrama como emblemático número 1.000 de su colección Panorama de narrativas, en traducción de Jaime Zulaika, Julian Barnes teje un entramado de voces narrativas alrededor del joven Paul que, en la década de los años 60 del siglo XX, con apenas 19 años, conoce en el club de tenis a Susan, una ingeniosa e inteligente mujer de 48 años, con la que compartirá todos los años de su inmersión en la vida adulta, dulce y cruel como un pudin de nueces. El mundo está ahí fuera, se cuelan pequeños destellos de sus miserias políticas, lacerantes golpes desde el abismo del alcohol, y la clara y precisa decisión de mantener el tipo, de ser esas personas que perseguimos, a pesar de los que piensen los demás, incluso a pesar de lo que pensemos nosotros mismos.

Contra Liverpool-Barnes se enfrenta un histórico que resurge de sus cenizas, Tottenham-Lodge, con su monumental narración biográfica de la vida y amores de Herbert George Wells, H. G. para los amigos, y para casi todos los lectores de La máquina del tiempo, El hombre invisible o La guerra de los mundos. El londinense David Lodge, miembro de la generación anterior a la de Barnes, pero uno de los autores que más coincidencias estilísticas e ideológicas mantiene con ellos, publicó A man of parts en 2011, pero no ha sido hasta este 2019 que la editorial Impedimenta ha ofrecido al lector en castellano esta traducción de Mariano Peyrou, con el título Un hombre con atributos, un homenaje implícito a Robert Musil, autor austríaco con el que Lodge mantiene sin duda un cierto sentido de la poética. Wells, encerrado en su casa de Regent’s Park a finales del año 1944, aguantando estoicamente los bombardeos de las V2 alemanas, intuye que se está muriendo. Y es entonces que “el hombre que inventó el mañana” emparenta con Ulrich, el sarcástico espectador de El hombre sin atributos de Musil.

En las casi 600 páginas de esta obra, Lodge utiliza magistralmente dos técnicas narrativas que se plasman en dos tipos textuales totalmente diferentes, pero que se complementan de manera asombrosa. La primera, la principal, es el estilo sobrio y al mismo tiempo florido de los biógrafos anglosajones, con su prosa naturalista y reflexiva, en la que va insertando entrevistas de formato periodístico, con sus preguntas sangradas por hyphens y resaltadas en tipografía en negrita, que en realidad son diálogos internos en voz alta del propio Wells, una especie de alucinaciones autobiográficas, pobladas por Moura, Amber o Rebecca, algunas de sus mujeres, aunque el posesivo, teniendo en cuenta la fuerte personalidad e independencia de todas ellas, resulta un tanto improcedente.

“H. G. fue como un cometa. Surgió repentinamente de la oscuridad de finales del siglo XIX y estuvo brillando en el firmamento literario durante décadas, fascinando y asombrando y alarmando a sus lectores, como el cometa de En los días del cometa que amenazaba con destruir la tierra, pero que al final la transformaba por medio de los efectos benéficos de su cola gaseosa”, concluye Lodge.

Al igual que no sé el resultado de la final Liverpool-Tottenham, tampoco soy capaz de predecir los guarismos del enfrentamiento Barnes-Lodge, pero queda claro que la literatura inglesa sale ganando, y que igual que uno podría estar solo disfrutando de los partidos de sobremesa sabatina o dominical de la Premier, y olvidarse del fútbol del resto del mundo, también podría esconderse en una burbuja literaria compuesta por las sucesivas generaciones de autores y autoras británicos. God save the queen.

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