el sur del sur / OPINIÓN

Rectifique, sólo por elegancia

El alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, con su decisión de aplicar su particular apartheid laboral, fulminando a la cuñada del portavoz del PP Luis Barcala, se ha igualado a determinados personajillos de la derecha que han hecho lo mismo tiempo atrás

23/04/2017 - 

Bueno, quién nos los iba a decir que las facturas de la Concejalía de Comercio del Ayuntamiento de Alicante, sobre la Gala del Comercio, iban a dar tanto de sí. No estaba todo dicho. La carrera por ser el último tenía más aspirantes...(y creo que habrá más todavía). Pero lo que no entiendo es si no había nada que temer, como así se daba a entender, a qué tanto revuelo.

Uno de los principales argumentos de la izquierda siempre ha sido la diferenciación de la derecha. Y claro, el alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, con su decisión de aplicar su particular apartheid laboral, fulminando a la cuñada del portavoz del PP Luis Barcala tras la denuncia de los contratos de Comercio, se ha igualado a determinados personajillos de la derecha. Poca gente entiende esa decisión, por mucho que su cuerpo de aduladores lo justifique. O se admite la venganza, o no hay argumento que lo avale.

Le recuerdo unos cuanto antecedentes para ver dónde se ha metido el hombre. Corría el año 2000 cuando alcalde de Benidorm, Vicente Pérez Devesa, quiso poner al nuevo pabellón polideportivo el nombre de Eduardo Zaplana. El PSOE se negó en redondo y don Vicente, que en paz descanse, cesó a sus asesores y lo echó a la calle; mucho más contemporáneo es el caso de Bernabé Cano, alcalde de La Nucía, diputado provincial e imputado por prevaricación. Todo aquel que ha vertido críticas contra su persona le ha salido caro. Al líder de Ciudadanos Ángel Ferrer le obligó a derribar una estructura de hormigón. Sí, la estructura era ilegal, pero Cano apretó el botón cuando las críticas más arreciaban; o como el del portavoz de Compromís en la Diputación de Alicante. Cuando Gerard Fullana se pone bravo en los plenos y saca el asuntos de las rotondas en los terrenos en la familia política del presidente de la Diputación, César Sánchez, los que ahora le han criticado por eso le ponen a parir en medios afines y, al parecer, con campañas de publicidad pagadas con dinero público. Que sí, señor Echávarri usted podría haber despedido a la cuñada del señor Barcala, en otro momento, y con otra justificación, pero la coincidencia en el tiempo con la denuncia en Fiscalía le sitúa a usted a la altura de todos esos casos antes mencionados. Tiempo y formas había, si es que de verdad la restructuración era acuciante, pero el momento le sitúa en ese disparadero. Los tiempos y las formas son otros. Sea elegante y rectifique. Penitencia hasta el día de Santa Faz.

Ikea y su posible llegada a la ciudad de Alicante vuelve a la actualidad, pero hay un elemento diferente. Ocupa portadas, pero no en todos los medios de comunicación. Qué curiosidad. Su proyecto sigue siendo un caramelo envenenado, en Alicante, o Elche, si es el caso. Aquí la pregunta que hay que hacerse, más allá de la agilidad de los responsables políticos a la hora de negociar con la multinacional, es si de verdad Ikea está a dispuesta a modular su proyecto. Si no es así, no hay nada que hacer. Pero no creo que la situación política haya variado mucho. El consenso está en autorizar Ikea y hasta cuatro medianas superficies. Hasta ahí, PSOE, Compromís y Guanyar tragan. Es más, como hemos dicho en Alicante Plaza en varias ocasiones, hay consenso con el Gobierno valenciano en ese proyecto. El PSOE lo agilizaría en sus consellerias; Compromís intentaría una reordenación de las actuales medianas superficies de la ciudad y el pequeño comercio, hasta yo sé, lo bendeciría si hubiera contraprestación en la ciudad. 

Pero la pregunta que hay que hacerse ahora es por qué Ikea no quiere eso. ¿No le es rentable? ¿Sólo le es rentable vender muebles si hay boom inmobiliario? ¿De verdad le interesa una tienda en Elche con Murcia más cerca? ¿O en Benidorm, en 2019, con la AP7 ya liberalizada, y cerca de València? ¿En una ciudad hotelera? Miren, Ikea quiere Alicante y Rabasa por el tráfico de la autovía de Madrid. Y quiere macrocentro para ganar más dinero con la gestión del suelo comercial, sobre todo, una vez descartada la gestión urbanística pública -le ahorraba muchos costes-. Sólo con las medianas superficies, la rentabilidad del proyecto es, a priori, muy dudosa. Y máxime cuando el modelo de las grandes ciudades es llevar las medidas superficies al corazón de los núcleos urbanos.

Y con esa operación volvemos a la situación de salida: con el innombrable y todopoderoso Enrique Ortiz, el hombre que quiere siempre ganar la partida tirando el dado al 1. Lo está haciendo con el Hércules CF y con el centro comercial Panoramis. Está desahuciado de las administraciones -apenas le quedan contratas-, y la única partida que le queda es esa. Y hay mucho silencio, mucho. Y eso desafina más que el propio ruido que genera el tripartito. Pues nada. Así estamos. A ver quién es el valiente que le pone el cascabel el gato. O el guaperas de izquierdas que le compra el sillón Poäng a Ikea, el relajante.

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