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'un ballo in maschera' en les arts

Supremacismo blanco, identidades trans y políticos corruptos para mantener vivo a Verdi en el siglo XXI

17/04/2024 - 

VALÈNCIA. Les Arts deja firmadas varias cuentas pendientes esta semana con el estreno de Un ballo in maschera, uno de los grandes hitos de la temporada. “Este título cubre varias lagunas: la más importante es que es la primera nueva producción que estrenamos y lideramos desde que soy director artístico, hace ya cinco años”, explicaba ayer Jesús Iglesias Noriega. “La segunda es el propio título, era el único gran Verdi que faltaba por representar en el escenario de Les Arts. Ha habido intentos anteriores, aunque al final no se llevaban a cabo, tal vez por no encontrar el elenco adecuado. Este es un título fundamental que había que poner en escena”, añadió.

La primera vez que el público valenciano verá en versión escenificada Un ballo in maschera, o cualquier otro título, tiene que servir para poner los lindes de esta. Y en esta ocasión, Les Arts aborda un reto doble: hacerlo con rigor sin renunciar a actualizarla para que siga contando algo en el siglo XXI.

El encargado de la escena de esta nueva producción es Rafael R. Villalobos, el regista español con más proyección en el panorama operístico internacional. Ha sido él mismo el que, conociendo la obra de arriba a abajo, también la ha mirado de manera crítica para ver de qué manera mantener vivo a Verdi en la actualidad.

Un ballo in maschera es un título sobre el que siempre ha sobrevolado la censura. Incluso en la época de Verdi. La ópera original estaba basada en el asesinato de Gustavo III, pero las tensiones en Europa impidieron poder llevarla a escena hasta que se transformó y la historia se trasladó de contexto para contar el asesinato del gobernador de Boston.

Villalobos se queda en Boston, pero avanza en el tiempo hasta finales de los 80. La América de Reagan, de la pandemia del sida, de la recién creada Fox News, de los balls y la contracultura, de los riots raciales. En esa tensión entre la urgencia social y los poderes conservadores que están apunto de tensar aún más la cuerda, Un ballo in maschera se erige como un thriller en el que poder abordar debates que se vivieron ahí, siguen siendo incómodos hoy, y “respiran Verdi por los cuatro costados” —en las propias palabras del director.

“Es una obra complicada de llevar a escena porque su estructura ya quedó algo anticuada en el mismo momento en el que Verdi la estrenó. La dificultad principal estaba en crear una producción que el público contemporáneo pudiera convertir en algo orgánico”, contaba el director de escena en la rueda de prensa de presentación.

En ese baile de máscaras, se hace visible el conflicto esencial de la naturaleza humana que es la tensión entre la identidad y la expresión, entre aquello que uno es y aquello que uno muestra. Y hay dos cuestiones identitarias de tremenda actualidad que forman parte de la gran provocación de esta obra. La primera, la cuestión racial en el personaje de Ulrica, que tradicionalmente se interpretaba haciendo blackface (es decir, pintando la cara de negro a una intérprete de tez blanca). Villalobos ha transformado su personaje precisamente en una mujer blanca y rica que contrata a una mujer negra para aprovecharse de su trabajo. También se había recuperado una frase que el personaje del juez dice en la obra original y se había eliminado en las representaciones de este título en los últimos años: “Se llama Ulrica, de la inmunda sangre de los negros”.

Por otra parte está el personaje de Óscar, que tradicionalmente era un paje, aunque siempre ha ocupado un territorio ambiguo. En primer lugar, porque se podía interpretar (a partir de un fragmento del tercer acto) que el libretista Antonio Somma y Verdi podían estar dejando caer que era un amante del gobernador de Boston (para hablar en realidad de la homosexualidad de Gustavo III). En segundo lugar, porque este personaje está cantado por una cantante soprano travestida.

Esta ambigüedad y una laguna en el libreto que no deja claro nada sobre el hijo de Riccardo y Amelia ha permitido transformar a Óscar precisamente en una persona que está transicionando. Nacido y no reconocido en el cuerpo de una mujer, Riccardo esperaba de Óscar que fuera daddy’s girl, pero su realidad trans, que sí acoge su madre, altera sus expectativas sobre su pretendida hija y provoca la voladura de la familia.

Estas dos cuestiones, la racial y la de género, son un cóctel perfecto para generar polémica en un público de ópera al que se le cree esencialmente muy conservador (sobre todo en el contenido). Ayer, en la rueda de prensa, los propios periodistas buscaban recoger las posibles futuras reacciones si se genera la polémica, a pesar de que la obra aún no se ha estrenado. Como si se invocara por el simple hecho de actualizar el título.

Villalobos, que es consciente de la resignificación, la defiende a capa y espada y repite: “esta ópera respira Verdi por los cuatro costados”. “Tiene un espíritu muy verdiano y los pilares de su obra están ahí: las luchas de clase y sociales, por una parte; y las complejas relaciones paternofiliales, por otra”, añadía ayer.

“Nadie desvirtúa la obra, nadie se inventa ningún personaje. No sé por qué en la ópera no se pueden tocar todos los temas de la sociedad. Eso no ocurre en ninguna otra disciplina artística”, apoyaba Jesús Iglesias Noriega, que además daba datos: se vas a vender 7000 entradas, el público está respondiendo, y ponía encima de la mesa un melón por abrir: ¿y si cuando hablamos de “público de ópera” nos referimos solo a un tipo de persona de las muchas que acuden en realidad?

Antonino Fogliani vuelve a Les Arts

Ante las preguntas que suscitaba la provocación de esta nueva producción, ayer Antonino Fogliani pronunció pocas palabras en la rueda de prensa, aunque el propio Villalobos recordara que Un ballo in maschera “es mucho más rico musicalmente que dramatúrgicamente”. El maestro vuelve a Les Arts tras Madame Butterfly, y lo hace también con otro reto: “es la primera vez que toco este título y es una ópera a la que siempre me había gustado enfrentarme”. “La particularidad y la belleza de la obra es que Verdi siempre tenía un ojo y un oído en Europa, y captura ese ambiente”, explicaba.

Fogliani destaca de la obra los contrastes en el tono de la ópera, que a veces es tragedia y otras raya la operata. A pesar de ser su debut en este título, el maestro se ha rodeado de Francesco Meli, referente en el papel de Riccardo, Anna Pirozzi o Marina Monzó, que conocen muy bien la obra. Franco Vassallo completa el elenco en el papel de Renato.

Sobre cómo esta recontextualización y las novedades de la producción acaban permeando en lo musical, Antonino Fogliani ha reconocido que cuando Rafael R. Villalobos “propuso su concepto, más que entrar en shock, me interesó. Me encanta esa visión contemporánea del teatro de hoy en día. Estoy seguro que Verdi querría que sus óperas su adaptaran a un contexto contemporáneo. La gente, en su época, quería ir a la ópera para huir de la realidad. Nuestra idea de teatro ahora es más política, porque queremos que cree un debate. Todo lo que ha propuesto Rafael es coherente con la música, nada ha entrado en contradicción”, zanjaba. Los propios cantantes han tenido que repensar su personaje, porque aunque cantaban lo mismo, lo hacían en otro cuerpo, en otro contexto.

Solo el estreno de la obra despejará la duda del lugar en el que el público colocará esta nueva producción. Solo por esa sorpresa, el hito de volver a acoger un estreno absoluto en la Sala Principal ya se enriquece.

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