LA TRIBUNA DEL POLITÓLOGO  / OPINIÓN

Tienen derecho a guardar silencio

12/12/2016 - 

Esta pasada semana ha sido interesante para todos aquellos que nos consideramos “constitucionalistas”. A raíz de la fallida reforma propuesta por Matteo Renzi en Italia y de la celebración del 6 de diciembre, hemos tenido en España algunos debates políticos sobre si debemos reformar nuestra Carta Magna. Sin duda, más fructíferos que los habituales de “quien roba más” o “quien dice el disparate más grande”.

Aunque diría que somos mayoría aquellos que estamos a favor de un sustancial y considerable cambio de nuestra rígida y ya algo anticuada Constitución, no tenemos tanto consenso acerca de que deberíamos de reformar exactamente. Se suele hablar sobre todo de la jefatura de estado, pero a mi parecer hay otros temas bastante más necesarios para el país. 

Para empezar, considero mucho más primordial y democrático cambiar la ley electoral o incluso la presidencia del gobierno. Cabe recordar que en España solo votamos el poder legislativo. Y desde luego que el cargo de Jefe del Ejecutivo es mucho más importante que el de Jefe de Estado.

También creo que convendría dar una mayor independencia al poder judicial, para que los principales tribunales de justicia dejen de estar controlados por los partidos políticos.

Además, aunque nuestra Constitución reconoce numerosos derechos sociales, algunos no están convenientemente desarrollados y apenas suponen unos bonitos conceptos que adornan un papel.

Por otro lado, pienso que convendría incorporar ciertas obligaciones medioambientales, pues la Constitución fue escrita en los años 70 cuando el tema del cambio climático estaba fuera de la mesa redonda.

Por último, me parece evidente que la famosa “España de las autonomías” propuesta en el 78 no ha zanjado ni mucho menos el tema de los regionalismos, más de 30 años después. La solución podría consistir en caminar hacia un mayor federalismo simétrico, es decir, una España descentralizada pero donde todas las autonomías o regiones tengan exactamente las mismas competencias, sin desigualdades ni “derechos históricos” especiales que solo crean más y más conflictos entre españoles.

Sin embargo, a día de hoy soy bastante pesimista respecto a ver estas reformas, al menos a corto plazo. Y creo que la auténtica razón no es sino el temor que parecen tener el PP y el PSOE a convocar un referéndum.

Hasta ahora, las dos únicas veces que hemos reformado la Constitución lo decidieron ambos partidos por su cuenta, sin darnos la oportunidad de votarlo a los ciudadanos. Hoy en día no lo tendrían tan fácil, pues Podemos y Ciudadanos se han mostrado dispuestos a forzar un refrendo para cualquier tipo de reforma constitucional.

Pero resulta que llevamos un 2016 en el que todos los gobiernos pierden los referéndums. Y no solo eso, también les cuesta el sillón. Le pasó a Cameron en Reino Unido, ahora a Renzi en Italia, y muchos se lo pidieron a Santos en Colombia. Incluso Tsipras (el único mandatario europeo que fue capaz de ganar un refrendo) tuvo que convocar elecciones.

En definitiva. En Europa y en España hay mucho miedo. Miedo a preguntar, terror a la respuesta y auténtico pavor hacia las consecuencias. Por ello, los políticos de PP y PSOE nos hablan cada vez más de “los peligros de consultar a la gente”. 

Parece como si de verdad creyeran que la auténtica culpable de todo fuera la propia democracia. Pero quizás debieran pensar que por actitudes como estas, los partidos tradicionales de Europa están en franca decadencia. 

Resulta que es difícil querer desconectar totalmente a los ciudadanos de las decisiones políticas, subordinándolas así a las grandes empresas y bancos que te financian, y luego cada cuatro años pretender asegurar que tu partido sigue “representando a la gente”.

Quizás así puedan salvar su sillón a corto plazo, pero a la larga solo están logrando que los extremismos (ya sean de izquierdas en Grecia o España, o de derechas en Francia, Alemania o Austria) sigan y sigan subiendo.

Si los conservadores y socialdemócratas quieren seguir manteniendo su hegemonía en Europa y en España, más tarde o temprano deben entender que los refrendos populares son absolutamente necesarios, incluso con el riesgo de que de vez en cuando pierdan alguno.

 Y no solo a nivel nacional, sino también a escala regional o local, para cuestiones regionales y locales respectivamente. Los temas estatales como la soberanía nacional no deben ser votados tan solo en una única región del país, evidentemente. (Esto va por usted, señor Puigdemont).

De momento, en España apenas he visto algunas localidades que han propuesto consultas sobre los festejos taurinos. Muy insuficiente. Yo quisiera tener voz en otras cuestiones mucho más importantes relativas a mi ciudad, autonomía o país. 

Vivimos tiempos de escepticismo, que desgraciadamente a veces se transforma en xenofobia o apología de la violencia. Y de este preocupante e incierto periodo no vamos a salir con menos democracia. Sino más bien todo lo contrario.

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