el sur del sur  / OPINIÓN

Una 'barcalá' en Elche

13/05/2018 - 

Todos sabíamos que la investidura de Eva Montesinos era un dilema para el Partido Popular de Alicante: de haber fracasado, hoy, el subdelegado del Gobierno, José Miguel Saval, sería el candidato a la Alcaldía, pero al hacerse Luis Barcala con la vara de mando, por el voto en blanco de Nerea Belmonte, el PP ya tiene un héroe, un alcalde, y un candidato para 2019, como quedó demostrado el pasado sábado con la accidentada visita de Rajoy. Hay gente que venía trabajando en las dos opciones, pero al final, los hechos se han impuesto.

Y eso ha debido sopesar desde hace tiempo Mercedes Alonso en Elche. ¿Si ha podido ser alcalde Luis, pese a que una parte del partido no lo quería, porque no lo puedo ser yo? Eso se debió decir ante el espejo, y con su marido oyéndolo. Y manos a la obra. Mercedes ha sabido utilizar varios elementos para intentar ir a los hechos consumados y forzar, a ser posible, la posibilidad de ser alcaldesa, aunque le reste tan poco tiempo como a Luis Barcala. Y todo ello, tal heroicidad supusiera dar una patadas a las palabras de Rajoy -tampoco hubiera pasado nada-, que ya bendijo a Pablo Ruz como candidato ante la militancia y la cúpula del partido.

El primer frente, claro está, era aprovechar la debilidad del equipo de gobierno de PSPV y Compromís en la gestión de la peatonalización de la céntrica calle comercial de la Corredora y de rebote, el posicionamiento final sobre el proyecto del nuevo Mercado Central, impulsado en la etapa de Alonso. Y en el segundo, era haber encontrado un socio, Ciudadanos, cuyo líder, David Caballero, podría estar en la misma situación que la ex primer edil: ser su última oportunidad ante la posibilidad de que el partido de Albert Rivera llame finalmente a un independiente para aprovechar el tirón que las encuestas dan a los naranjas. Y por si fuera poco, dicen las malas lenguas, Mercedes ha acabado haciendo las paces con Cristina Martínez, hoy líder de una escisión popular, Ilicitanos por Elche, el enfant terrible del PP, que acabó privándole de un segundo mandato, entre otros motivos, por el Mercado Central. Pero la política devuelve amistades peligrosas.

Todo un escenario perfecto para que poner contra las cuerdas al Gobierno local de Elche, representado por el hombre de Ximo Puig (Carlos González) y la delegación de Mónica Oltra (Mireia Mollà), en las ciudad de las palmeras. El primer paso fue (era) presentar una moción para paralizar la peatonalización de la Corredora y si no rectificaban, moción de censura. Dicen los mentideros que ese pacto, al menos, entre Alonso y Caballero, se fraguó en el despacho del marido de la primera, José Antonio Peral, una especie de Ángel Franco en Elche, pero en las filas populares y ejerciente de oficina de representación de su esposa.

El primer desafío no llegó a producirse porque el Gobierno de González y Mollà rectificó y se dio 90 días para buscar una alternativa de consenso al plan de la Corredora. Pero ante los arreones del Instituto Icomos (Unesco) contra el proyecto del Mercado Central, tuvo que salir el viernes el subordinado de Alonso, Vicente Granero, a desvelar lo que al parecer estaba hablado, al menos, entre Mercedes y Caballero (y quién sabe si con Cristina Martínez, principal opositora de ese mismo proyecto -las cosas que podría haber hecho la política, una vez más, de consumarse-).

Alonso lanzó el dardo sin consultar ni con Alicante ni València, ni mucho menos con el presidente del partido local, Pablo Ruz, que es miembro del grupo municipal del PP, y el que derrotó el pasado verano a la propia Alonso. Al parecer, la coartada era una simple llamada a María Dolores de Cospedal, que nadie confirmó ni ratificó, pero que tenía las piernas muy cortas cuando, a los pocos minutos de hacerse público el anuncio de Granero, los allegados de Isabel Bonig y José Císcar daban por sofocada la rebelión en un sector del PP ilicitano. Pero, ¿por qué no intentarlo? El no ya lo tenían y el precedente, también: el imperativo legal con el que Luis Barcala se ha hecho con el poder de Alicante. ¿Quién iba a decir que no a una nueva Alcaldía para el PP?

Pues fue no porque el sector que manda en el PP no estaba dispuesto a volver a pasar por los malos momentos -denuncias incluidas- por los que le hizo pasar la propia Cristina Martínez cuando dio un portazo al PP, algo que Alonso parece olvidar. Y fue no porque, a diferencia de Alicante, donde un sector sí quería a Barcala como alcalde, en Elche, Bonig y Císcar no estaban dispuestos a pasar, otra vez, por la puerta de Cristina Martínez. Y, ¿David Caballero y sus dos ediles? Pues quizás se hubieran los tres quemado a la bonzo (políticamente) a la espera de que el partido refrendara la operación, o no, a cambio de amarrar la propia candidatura a la Alcaldía -y su continuidad como concejales-, la que en teoría Ciudadanos puede ser más protagonista. Lo tenían difícil, pero era, al fin y a cabo, una salida. Alonso tenía un muro: cinco concejales del PP que no comulgan con ella. La operación existió, cuando menos, por rocambolesca que fuera. El síndrome María Ángeles Avilés sobrevoló el ayuntamiento ilicitano.

Barcala frente al caos

Luis Barcala intenta poner orden al ayuntamiento. Al menos, ha encontrado relato: lo que estaban eran un desastre, no trabajaban, eran el caso. El alcalde de Alicante tiene, de momento, meses plácidos por delante, y si no viene Rajoy mejor porque en unos minutos le puso en todos los telediario y digitales del país por sus amnesia y por los desafortunados comentarios de su secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez de Castro. Ahora bien, Barcala tendrá que tomar decisiones, y tomar decisiones no es fácil y si no que se lo pregunten a César Sánchez en la Diputación, que, pese a su holgada mayoría, se le atragantan los consensos en los planes de inversión. Barcala tiene una ventaja: conoce los errores de sus adversarios.

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