ALICANTE. Hay tres períodos de la historia de la provincia de Alicante, bien alejados en el tiempo, que guardan una sorprendente similitud al constituir los últimos bastiones de su época. Fueron los protagonizados por el godo Teodomiro (S. VIII), el visir Al-Azraq (XIII) y los republicanos alicantinos (S. XX).
El astuto noble godo
En el 713, dos años después del inicio de la invasión musulmana de la península ibérica que estaba dominada por los visigodos, la conquista se encontraba en una fase muy avanzada. Los árabes se apoderaban de los enclaves cristianos de dos formas: tratando de que capitulasen y estableciendo acuerdos de vasallaje o, si se negaban, recurriendo a la fuerza. Pero se toparon con una resistencia inesperada: Teodomiro de Orihuela, un noble soberano de un señorío que abarcaba buena parte de las actuales provincias de Murcia y Alicante. En realidad, era una suerte de reino, pues durante un tiempo fue el único rey cristiano que quedaba en Hispania.
Teodomiro falleció alrededor del 744 y su reino pasó a integrarse al Emirato dependiente de Damasco.
“El Azul” de la montaña
Desde el siglo XI, los valles del norte de la provincia de Alicante formaban una especie de estado taifa, feudatario del rey de Valencia, independiente y muy prestigioso. A principios de S. XIII, su gobierno corrió a cargo de Hudäyl al-Sähuir, consorte de una hermana del rey de Granada, y alrededor del 1213 tuvieron un hijo, Habu Abdala Ibn Hudäyl, que pronto se le llamó Al-Azraq, “el azul”, apodo que desde antiguo se ha interpretado como “el de los ojos azules”, aunque los historiadores dudan de esta explicación. Cuando murió su padre, sobre el año 1230, Al-Azraq tomó las riendas del estado y enseguida sus extraordinarias dotes y amplia cultura le valieron la estimación y la confianza del rey Jaime I y de Alfonso el Sabio, heredero del trono de Castilla.
En pleno avance cristiano, Jaime I y Al-Azraq firmaron un pacto en 1244 que poco duró. “El azul”, provocado por las continuas violaciones de lo acordado, se sublevó, y tras varios años de lucha fue derrotado y obligado a prestar vasallaje. Años más tarde se rebeló de nuevo y también fue vencido, pero en esta ocasión fue desterrado a Granada. A finales de 1275 decidió enfrentarse por tercera vez a Jaime I y se dirigió a Alcoy al mando de tropas benimerines para cortar ese paso estratégico, clave para el avance de las fuerzas cristianas. Trató de tomar su castillo, pero perdió la vida y su ejército se retiró. (Este es el origen de las Fiestas de Moros y Cristianos).
Muerto Al-Azraq, Jaime I completó la conquista que había iniciado cuatro décadas atrás.
El último jirón de un sueño
A finales de marzo de 1939, muchos republicanos —pretendiendo escapar de las represalias de Franco— se desplazaron a Alicante con la esperanza de exiliarse en los navíos que Francia y Reino Unido habían prometido al Gobierno de la República. Una vez en el puerto, se dieron cuenta de que esos barcos no llegaban y que se encontraban atracados el Stanbrook, un viejo carbonero de 70 m de eslora, y el Marítima, un navío tres veces mayor. (No existen fotografías de sus escalas en Alicante).
El Stanbrook estaba a la espera de una partida de naranjas, tabaco y azafrán; pero su capitán Archibald Dickson, ante la angustiosa situación que se vivía en puerto, decidió el 28 de marzo permitir el embarque de los más de 3.000 refugiados que se encontraban en el muelle, abandonado el valioso cargamento que acababa de llegar. Tras subir todos a bordo —quedando el puerto desierto—, zarpó a las 11 de la noche y arribó a Orán al atardecer del día siguiente. Unas horas más tarde partió el Marítima llevando únicamente a treinta pasajeros, todos líderes políticos con sus familias (esto fue motivo de polémica entre los republicanos).